¿Cómo ha llegado tan rápido? Es lo primero que he pensado cuando he visto el nuevo Fiat 500 rojo delante mío. Lo había dejado atrás hacía casi 10 minutos, tras pararme a su lado en la entrada de una rotonda. Dentro iba una guapa chica jóven, morena, con gafas de sol. Yo voy en moto, soy inmune a casi todos los males del tráfico, asi que era imposible que habiendo venido por el camino más corto y adelantando a todos los coches cuando se detienen en el semáforo correspondiente ahora ese cochecito rojo, tan mono, tan cuco, tan pequeñín... estuviera ahora delante mío en otro semáforo. Claro, es que era otro. El mismo modelo pero con otra guapa chica jóven dentro. Esta vez rubia. Sin gafas de sol. Quizá más tierna, la morena de antes parecía más agresiva. Inicia la marcha y voy detrás de ella, el callejón es estrecho y no me permite ponerme en paralelo para continuar mirándola con atención. De repente se detiene. Inicia la maniobra de aparcar en un espacio inexistente. Es la entrada de un garaje que ya se encuentra ocupada por un coche mal aparcado. Queda el espacio justo para ese Fiat 500 rojo si no fuera por la existencia de un pivote metálico negro de un palmo de grueso y dos de alto. Por la acera, empujando un carretillo y vestido con un mono azul va un hombre moreno, de pelo rizado y bigote poblado, supongo que trabaja en la obra cercana, a mí me recuerda al gitano custodio de "Indiana Jones y la última cruzada" que le decía al héroe "Yo estoy preparado para morir, doctor Jones... ¿y usted?". Mira la maniobra incipiente con la misma extrañeza que yo. Intercambiamos una mirada tan cómplice como asombrada. La guapa rubia sigue la maniobra. No ve el pivote, se lo tapa el propio coche. -No vas a poder, tienes detrás un pivote como este - le digo mientras señalo un pivote parecido que hay en la acera contraria, donde sí puede verlo. Me ofrece una mirada desvalida, un gesto casi de súplica, con su rostro de dulce sueño romántico de cualquier hombre que se vista por los pies. -Entonces no me cabe, ¿verdad? Niego con la cabeza, creo que mostrando una cierta decepción. Ella entiende y se marcha. Entiende que yo le decía que no, que no cabía. No entiende que le decía al mismo tiempo que también me daba pena que en mi vida no cabe hoy un sueño como el que ella representa. (c) Por Antonio Rentero. |
Irene Muriel, artista
5 months ago
1 comment:
Me gusta el doble filo de estas historias: "no cabe el coche y yo no quepo en tu vida"... ¡eso es buscar romanticismo en lo cotidiano!
Un saludo.
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